En el declive en que la tarde muere
besé su rostro sin tenerla nunca.
Pasó a mi lado, y su paso breve
dejó mi senda para siempre trunca.

Era; pero tal vez lo fuera
dibujo en la niebla su figura.
Tomó en su mano la primera estrella
que escapara de mi noche oscura.

En este errar por un camino incierto,
de su pasar solo atrapé su esencia.
Hoy entre las ruinas, en mi casa, el tiempo
despierta voces que dejó la ausencia.

Jamás la vi, como se mira el cielo
ni la abracé para sentirla mía.
Si la he amado con los ojos ciegos
fue por la rosa que su piel tenia.

Ella se fue, cuando llegó el invierno
tembló su voz un inaudible acento.
Le dije adiós, por no decir ¡ te quiero !
en la arboleda se enredaba el viento.