Mira la montaña, que se yergue impetuosa, terrible, colosal.
Desafíala, y solo te enseñará de perseverancia y humildad.
Porque ella es metáfora de la vida misma plasmada en roca.
A la espera de quien se anima a caminarla.
Vé y sube, pisa firme en sus laderas.
Paso lento, sin prisa, preciso.
Alza la vista para ver tu trayecto.
Bájala para ver tus pies en el sendero.
El lugar que transitas es hoy, presente.
Presta atención, que tus pasos son tu vida en crudo.
La cima, lejana aún es futuro.
Camino por recorrer, anhelo, deseo.
Mira la humildad de sus flores, la dureza de sus espinas.
Están ahí para tu deleite y tu aprendizaje.
Mira sus rocas, que a veces obligan a cambiar de rumbo.
Que a veces son soporte para tu espíritu que trepa.
Siente la montaña transformándote desde adentro.
Maestra silenciosa, implacable, imparcial.
Aprende a retroceder para elegir un mejor camino.
Aprende que la ruta mas larga, al final, cansa menos.
Sube la montaña, sé valiente y visita su cima.
De allí veras lo andado con tu esfuerzo, y sentirás regocijo.
Veras con humildad que eres pequeño, pero que tu espíritu es grande.
Te darás cuenta que la vida se extiende más allá de lo material, lo perecedero.
Y al fin, te sentirás vivo, mirando a lo lejos una montaña más alta por subir.
El Maitén, Chubut, Argentina
((comentar o que compartilho) “boa vida e paz para todos, um abraço, Patagonia escondida”)
Obs: Fotos do autor.